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Fotografía: ElConfidencial |
No señor Presidente, los médicos no son haraganes. Como hermano de
un cirujano, doy testimonio fehaciente de los desvelos y horas interminables de
estudio y carreras de un lado a otro con tal de salir adelante con su vocación
de curar. Soy testigo de los malabares que deben realizar al llegar a sala de
operaciones y ser recibidos con la voz de la enfermera que les anuncia “no hay
hilo para suturar”, por usar un ejemplo sencillo.
Sus palabras andan rondando en el ambiente galeno como perro
perdido en procesión que huye de las bacterias, pues puede acusarse a los
médicos de traspasar algunas fronteras del todo reprochables: no dormir lo
suficiente, no alimentarse adecuadamente, no asistir a eventos familiares por
estar “turnando” y hacer del pasillo de emergencias el lugar en donde pasan más
de 36 horas, pero no es justo etiquetarlos de perezosos. Eso sí, no crea que es
por diversión que sacrifican sus horas de sueño y actividades familiares,
¿usted sabe por qué? Incluso se podría tildar a algunos jefes de jefes de
corruptos, categoría que usted sabrá comprender con más cercanía, debido a la
malversación de fondos en salud y otros rubros de la cartera pública.
¿Los
soldados van a la guerra sin fusil?
Tanto por sentido común como por
experiencia acumulada, usted sabe mejor que nadie la respuesta, pues en la
década de los ochenta, cuando le llamaban “comandante Tito”, le vemos en un video exaltando las potencialidades de tener
un helicóptero equipado con ametralladoras y lanzacohetes que permitía realizar
las ofensivas contrainsurgentes con éxito. También habla emocionado del
lanzamorteros Tampella de 60 milímetros, describiéndola como un arma muy
efectiva y poderosa, fácil de transportar al igual que la munición, ambas
suministradas por Israel.
Y por si necesitara otro ejemplo,
los más de 70 elementos de seguridad que protagonizaron el 4 de octubre de 2012
en Totonicapán la primera masacre en tiempos de
paz, iban bien equipados con fusiles Galil, tolvas y municiones a
granel, incluyendo el uniforme con todas las protecciones habidas y por haber.
Estamos seguros que usted no mandaría a la guerra a sus soldados
sin fusil, por lo tanto, si los médicos además de atender en condiciones
insalubres no tienen guantes, oxígeno, gasas y los más de 30 medicamentos
básicos para atender en emergencias, los estamos destinando a perder la
batalla.
De tal manera que en lugar de esperar una nueva crisis
hospitalaria producida principalmente por la carencia de medicamentos y la poca
transparencia entre lo aprobado y asignado al presupuesto, amenazar con
levantar actas y pasar a los despidos, soñamos con declaraciones en las cuales
el gobierno, representado en su persona, reconozca que los médicos no son
enemigos, sino aliados importantes e indispensables en la guerra contra las
enfermedades.
Termino con una frase que mi hermano ha dicho en varias ocasiones:
“Es tiempo de despertar. Ninguna madre compraría maquillaje para pintarse
cuando sus hijos están enfermos. ¡Dejemos de maquillar nuestro Sistema de Salud
Pública y trabajemos juntos. Nuestra población lo necesita, nuestra población
lo requiere, nuestra población lo merece!”
Fuente: PlazaPública Por: Francisco Díaz