El niño Latinoamérica ha crecido deforme. Ha tenido 40 años para intentar crecer, tener una adolescencia, madurar, convertirse en adulto y ser alguien respetable democráticamente… pero no. Hoy todavía parece un niño regañado, enjuto, fabricado a golpes. El niño Latinoamérica, luego de varias décadas, no ha podido crecer del todo bien.
Desde Árbenz en Guatemala, a Allende en Chile, pasando por Perón en Argentina, Latinoamérica ha tenido que crecer a golpes, Golpes de Estado, dictaduras. Poco de esa infancia –cruel, fascista, genocida– puede desaparecer de tajo. Es la esencia para crecer. Reconocer un pasado atrofiado. Una mala niñez antes de una democracia.
A finales de 2013 se publicó el libro Crecer a golpes.
Allí se examina las pequeñas evoluciones, triunfos y derrotas de 13 países a 40 años del golpe de Estado en Chile contra Allende en septiembre de 1973. De El Salvador, Guatemala y Nicaragua se puede decir que poco han resuelto de su pasado con los dictadores y sus herederos. Esa infancia que quiere ser negada solo puede repercutir en algo muy malo: en complejos, en la posibilidad de ser asesinos en serie como ocurre hoy en el seno de este niño Latinoamérica que contiene a los países más violentos del mundo.
Guatemala quiere desaparecer su pasado. El Legislativo, el poder Judicial, el Ejecutivo se han alineado para que nuestra patética infancia, de muerte, no sea reconocida.
Ni siquiera para entender el porqué de nuestra violencia. Pero hay que recordarles que Guatemala no precisa de tiranos ni demagogos para que el olvido se nos imponga. Porque solo la memoria nos hará crecer.

Andrea Ixchiú (Totonicapán, Guatemala, 11 de septiembre 1987) es una lideresa indígena, gestora cultural, activista de derechos humanos y escritora guatemalteca (Guatemaltecos Notables, 2013).
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